Jugando a la Gallina Ciega

Un Momento de Reflexión
por Lilia M. Fiallo

¿Jugando a la gallina ciega…, hasta que llegue el otoño?

De joven no se piensa en la vejez, porque ese no es el tema, se vive en otra sintonía, hay otros sueños, otras ilusiones nos envuelven la vida, y los años se van…

Quizá a los veinticinco años aún no se pisa firme, porque se está mirando otros horizontes, lejos de proyectar a verse en los zapatos de una persona de setenta y cinco o más años, mucho menos imaginar, una incapacidad física a esa edad. De verdad, nadie se proyecta para la vejez y cuando llega, sucede el mismo fenómeno que sucede cuando se es joven y se ansía volver a ser niño, con la diferencia de que no se puede.

¿En qué momento se fueron los mejores años de mi vida, y yo sin ahorrar? Qué bueno sería volver al pasado y empezar a hacer lo que dejé de hacer, pero tampoco se puede.

Hoy tengo que pensar en mí; pensar en ahorrar para un futuro tranquilo y en paz, que pueda disponer de dinero para pagar una empleada que me acompañe y haga los oficios que ya no haré, comprar la comida, pagar los servicios, cubrir gastos inesperados y la renta mensual. O quizá luzca fuerte como un roble y radiante como la luz del día, sin importar que mi cabello parezca un copo de nieve, caminando derecho y con paso firme con 75 años o más, sin tener que depender de nadie.

Sea cual sea el futuro, hoy tengo que pensar en mí, para no pasar los últimos años de mi vida en un asilo para ancianos, donde la soledad está viva andando por los pasillos, el pasado atormenta, y para colmo, nadie se acuerda de visitar a esos seres que una vez fueron queridos.

A veces nos hacemos cargo de responsabilidades que son de familiares cercanos, para no terminar nunca, mientras éstos nos observan, y lo que menos imaginamos, sucede; al primer síntoma de incapacidad, éstos se apoderan de los bienes materiales que hemos conseguido a través de los años de trabajo y sacrificio, y como el mueble desvencijado y viejo que ya no sirve, terminamos maltratados e ignorados en el último rincón de nuestra casa o en un asilo.

Tengo que pensar en mí y poner la razón antes de lanzarme a la boca del lobo, como le sucedió a Simón, quien solo, viudo y sin ilusión, creyó en sus hijos y nietos cuando quedó viudo. A los pocos años de soledad, repartió hasta el último centavo entre los hijos y los hijos de los hijos, creyendo que había comprado el corazón de todos, y se encontró preso en su propia trampa. Ya nadie lo visita, ni lo llama, ni le da regalos, porque ya no tiene dinero, tan solo su pensión que le permite sobrevivir.

Así no pensó Selma quien por tiempo decía: “Hoy tengo que pensar en mí”. Ella, con tesón, hizo lo que nadie hubiera hecho por ella. Cuando quedó viuda continuó su camino y lejos de pensar en heredar en vida a sus seres queridos, comprometió sus secretos con ella misma. Si algún día muriera, todo sería diferente, pero mientras tanto ella tenía que pensar en su bienestar. Disponía de un apartamento a todo confort, una manager y como últimamente permanecía durmiendo, tenía tres empleadas que se turnaban para asistirla durante las 24 horas del día los 365 días del año. Continuó con los hábitos de la buena vida; iba al salón de belleza cada ocho días, y semanalmente, dos veces cenaba fuera de casa.

Hoy tengo que pensar en mí,-de lo contrario-, ¿seguiré jugando a la gallina ciega hasta que llegue el otoño?

Lilia M. Fiallo nacida en Bogotá, Colombia, lugar en el que, entre tareas y ratos libres, encontró un espacio para escribir sobre temas, de alguna manera olvidados por otros. Con letras de oro grabadas en su memoria, inició su vida laboral, en el corazón de la parte técnica, del control de tránsito aéreo de su país natal. En medio de fraseología y códigos aeronáuticos, el mundo de la aviación le dio una de las más elevadas experiencias, por la precisión que requiere este oficio, donde un solo error, podría costar muchas vidas. Es ahí, donde en su inquietud por comunicar sus ideas, comienza a escribir con dedicación, temas un poco relegados por la sociedad, la Iglesia y el Estado. Al descubrir una verdad de la que nadie quiere hablar, pero mucho más real y cotidiana, de lo que parece. Es así, como surge esta, su primera obra, “Parir por parir”. Puedes encontrar su libro en venta en Amazon.