La Experiencia de Toda Una Vida
por Henry Hawkins Wells
Traducido al Español por Cecilia Chapa
Hasta el 1o de junio de este año, yo nunca había salido de los Estados Unidos. Había vivido toda mi vida en el estado de Nueva York y había cruzado el Río Mississippi una sola vez, pero no más allá de Minnesota. Esto me molestaba. Sentía que nunca había visto un lugar que realmente me interesara y me consideraba inexperto. Además, como estudiante del Desarrollo Internacional, había pasado los últimos dos años en la universidad, aprendiendo cosas que casi me hacían avergonzarme de ser estadounidense. Cosas como, por ejemplo, que después de la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos dio inicio a la jerga y la política del “desarrollo” y estableció los reglamentos para dicho desarrollo y que fuimos nosotros los que diseñamos las metas a las que otros países deberían aspirar y determinamos los procesos a través de las cuáles deberían alcanzarlas. Comenzaba a sentir que estaría muy mal continuar mi vida conociendo sólo los Estados Unidos pues no quería continuar ignorando el efecto que mi país ejerce en el resto del mundo. Y también estaban las otras razones por las que todos hacemos un viaje. Todos queremos salir de nuestra zona de comodidad y continuar con la evolución de nuestros puntos de vista. Sin hacer esto nunca creceríamos, en realidad. Todos queremos aprender, ver y hacer cosas nuevas y experimentar lugares y culturas diferentes a la propia, así que, cuando me enteré del viaje de estudios y pasantía en Chiapas que ofrece la facultad de Agronomía y Desarrollo Rural de la Universidad de Cornell, no lo pensé dos veces para tomar la oportunidad.
Creo que también hablo por mis compañeros al decir que el viaje de estudios en Chiapas fue una de las más extraordinarias oportunidades que hemos tenido alguna vez. El viaje estuvo repleto de visitas de una gran variedad llevadas a cabo en tan sólo dos semanas y tal vez aprendí más en esas dos semanas que todo lo que había aprendido anteriormente. Tanto en volumen como en complejidad, fue muy impresionante; visitamos desde agricultores del maíz hasta los grupos indigenistas de teatro, desde activistas de los derechos humanos hasta los productores de miel, desde las autoridades gubernamentales hasta los artesanos y mucho más. Todos los días hicimos un recorrido por algo nuevo.
Es difícil decidir dónde comenzar una reflexión. En ocasiones, y por todas partes, las diferencias [socio-económicas] se presentaban a tal grado que resultaba sorprendente e impactante; tanto así que ha sido difícil expresar en palabras algunos aspectos. Sin embargo, pienso que de todo lo que aprendimos durante el viaje y todo lo que yo aprendí mientras trabajaba allí por el resto del verano, se destacan tres lecciones entre las muchas que tuve: la importancia e impacto de la historia, la importancia del pensamiento crítico y la innovación y por último, pero no menos importante, el significado de esta formidable oportunidad de aprendizaje.
Comencemos con la historia. Lo primero que viene a la mente con respecto al contexto histórico de América Central, es probablemente la historia de la conquista europea de la región en los siglos XV y XVI. Sin ella, la Cristiandad no hubiera sido la religión predominante en la región, la gente no hablaría español y la civilización en general, se hubiera presentado muy diferente. Aun así, vestigios de cómo eran las cosas antes de la conquista se encuentran por todas partes, desde sitios de ruinas Maya y Azteca hasta las ocho lenguas indígenas que todavía se hablan en Chiapas y hasta la misma forma en que la sociedad se organiza – alrededor de comunidades pequeñas que comparten un pasado étnico común, una forma de vestir, costumbres y tradiciones y frecuentemente, una lengua que no es el español. Pero lo que es más importante, y tal vez sea la más obvio, es que la conquista europea de América Latina fue el comienzo de siglos de supresión e injusticia para una raza entera. Masacraron y esclavizaron poblaciones enteras. Incitaron la guerra entre tribus. Conquistaron y arrasaron ciudades y forzaron la asimilación del imperio español y la conversión al Catolicismo. Comenzaron la extracción sistemática de recursos biológicos y naturales de la región para su importación y uso en Europa. Sin mencionar el hecho de que trajeron con ellos enfermedades destructoras que mataron a cientos de miles. Obviamente, México ya no es una colonia española. Sin embargo, en las comunidades indígenas de Chiapas existe mucha evidencia que sugiere que la historia no ha cambiado mucho. La gente que está identificada como indígena en Chiapas, usualmente vive en pequeñas comunidades donde muy apenas, si acaso, logran algún ingreso. Frecuentemente viven en casas hechas de adobe o bloques de cemento con techos de lámina corrugada y pisos de tierra. Muchos sufren desnutrición severa, que se manifiesta en retraso en el crecimiento que es más visible en los niños; no es difícil encontrar un niño de ocho años que aparenta tener cinco. Mientras tanto, la gravedad de su situación persiste dentro de una de las áreas más productivas y con mayor diversidad biológica en el mundo. Históricamente, el gobierno federal mexicano, casi completamente en manos de gente blanca, ha hecho muy poco por esta gente que es la más pobre del estado. Y no fue hasta el violento levantamiento de la rebelión zapatista en 1994 que los pueblos indígenas chiapanecos fueron considerados dentro de la conciencia política popular. Y más aún, la influencia de la historia llega más allá de la historia colonial de la región. La opresión de la mujer, por ejemplo, ha sido una tendencia tan dominante en las comunidades indígenas que, para muchas mujeres indígenas, el rol de víctima es un aspecto interno de su personalidad. La historia de corrupción en la política ha llevado a un círculo vicioso de argucia entre las autoridades electas, que aparenta no tener fin. Las políticas del comercio libre, reformas agrarias y otros esfuerzos por alcanzar un estatus parecido al de los Estados Unidos de potencia súper-poderosa económicamente, a llevado a conflictos sociales y ambientales cuyo número va en aumento y que se muestran con más intensidad en Chiapas que en cualquier otro estado de la República Mexicana. La migración humana a los Estados Unidos desde todas partes de México y de América Latina, la cuál ha arrasado tantas comunidades, parece ser el resultado de estas políticas.
Lo que me lleva a mi siguiente punto: la importancia del pensamiento crítico y la innovación. Si alguna enseñanza nos deja esta historia, sería que no hay una forma única de “desarrollar” un país, que no hay una idea única de progreso. La verdadera razón por la que viajamos, tal vez sea poder verlo nosotros mismos. Pero más allá de exponer los problemas que existen, viajar por un lugar como Chiapas debe enseñarnos a mirar las zonas de fracaso como una esperada oportunidad para el éxito. Esto es difícil de lograr, por supuesto; la historia también nos muestra que las personas que han presentado ideas fuera de lo establecido generalmente son menospreciadas por su inclinación para perturbar lo que es normal, aún y cuando lo normal no funcione. En lugares como Chiapas es necesario liberarse del yugo de lo convencional y adoptar nuevas estrategias innovadoras para lograr que la gente misma piense lo que constituye progresar y eliminar cualquier aspiración de establecer metas estándares cuyo diseño vino de otras partes del mundo.
Bajo este pensamiento, la vida actual de Chiapas está llena de esperanza. Por ejemplo, el resto del verano después del viaje, trabajé con una organización que está investigando nuevos enfoques para la purificación del agua y la diversificación de la dieta en las tierras altas de Chiapas a través de avances tecnológicos y de ciertas estrategias de producción. Adicionalmente, ellos animan a los productores a organizarse en cooperativas y a que implementen técnicas específicas para prevenir la erosión del suelo y eliminar la necesidad de extender la agricultura y destruir más aún la ya muy castigada selva. Colaborando con ellos hice realidad uno de mis sueños, tener experiencias asombrosas muy seguido.
Yo no hubiera llegado a esta situación de no ser por los muchos años de trabajar duro en la escuela, por los maestros que me ayudaron a entender las cosas que me daban curiosidad y por las oportunidades que sólo se dan una vez en la vida y que Cornell me entregó en bandeja de plata para el aprendizaje de tipo vivencia
Para finalizar quiero decir que siento que todos debemos ser estudiantes de por vida. Por supuesto que en muchas ocasiones en mi vida vi la educación como algo común y corriente. Me tomó mucho tiempo darme cuenta de lo que verdaderamente me apasionaba y estoy muy contento porque nunca me di por vencido. Pasar este verano en Chiapas me mostró lo valiosa que ha sido mi educación a lo largo de toda mi vida. Me convirtió en firme creyente de que la llave del éxito para todos, sin importar los antecedentes, los recursos o la edad, es la actitud que por excelencia tiene un estudiante, una actitud de curiosidad y voluntad para entender las cosas desde diferentes puntos de vista. Cuando tienes una mente abierta, aceptas riesgos, haces preguntas y persigues las cosas que encuentras interesantes y que te emocionan para aprender más. Esta actitud te dará la educación y te recompensará cambiando tu vida para siempre.