Deudas Impagables

Un Momento de Reflexión
por Lilia M. Fiallo

Cuando Juanita terminó su carrera, hizo lo que por años traía en su mente, obtener un importante trabajo. Fue así como ingresó al departamento de Análisis y Gestión de Planos y Proyectos del Departamento de Arquitectura, de la casa de gobierno. El buen sueldo que recibía, le permitió ahorrar para iniciar la compra del apartamento que soñaba. Solicitó al banco un préstamo y entregó en hipoteca su propiedad, pagando mensualmente las cuotas asignadas.

Pero como el ser humano, jamás está contento con lo que tiene, sino que siempre quiere más y más; tomó su tarjeta de crédito y compró el carro del año. Las deudas aumentaron, al igual que la responsabilidad. Ella tenía que cumplir con los compromisos que había adquirido, pero rápidamente lo olvidó y siguió copando sus tarjetas de crédito, sin poder dar cumplimiento con el pago oportuno.

El tiempo corría sin piedad, mientras ella se encontraba en una encrucijada sin resolver. Olvidó las enseñanzas aprendidas en casa y las recomendaciones de su mamá: “hija, recuerde siempre de obrar correctamente en la vida, para que el paso de los años le permita levantar la frente con orgullo y caminar con dignidad”.

Sencillamente, esas clases de moral y principios básicos pasaron a un segundo plano. La deuda ante los bancos se incrementó, hasta llegar al punto de negociar para pagar grandes intereses. Finalmente, puso los pies sobre la tierra y lentamente canceló hasta el último peso.

Felipe tenía un proyecto que quería cristalizar. Abrir un restaurante en un sitio privilegiado porque estaba seguro que allí crecería financieramente. Seguro del buen crédito que poseía y la larga trayectoria que traía, se dirigió al banco y le otorgaron un préstamo, que le permitió realizar su anhelo. En tres años, decidió abrir una sucursal cerca de allí y así lo hizo. Como no podía atender personalmente los dos negocios al mismo tiempo, el desempeño de los empleados, se vio reflejado en la calidad del servicio ofrecido a los clientes. ¡La ambición rompe el saco!, dice el refrán.

Tener que pagar el sueldo a los empleados, era su obligación. Cumplir con los diferentes pagos para que los dos restaurantes continuaran funcionando, también, pero no se veía progreso en las ventas y poco a poco todo fue decayendo. Tuvo que cerrar el segundo negocio. Pensó bien y se dedicó por completo a cancelar las obligaciones contraídas, sin tener que poner en riesgo su salud y su tranquilidad.

Contemplando lo expuesto anteriormente, podemos comprender que las deudas materiales se pueden pagar y tarde o temprano, con responsabilidad, todo el mundo queda bien.

Carlos es un piloto militar, retirado. Tiene una hija que representaba para el todo en su vida, era la luz de sus ojos. Todo era para ella. Ella terminó sus estudios universitarios en una de las más prestigiosas universidades del país, recibiendo su título como abogada. Cuando la vida laboral para Carlos terminó, se dedicó a descansar, disfrutando los días en su hermosa casa que compartía con su hija. Carlos fue sufriendo algunos quebrantos de salud, mientras su hija, miraba disimuladamente la situación, y preparando el arsenal que tenía guardado en su cabeza, tomó la pésima decisión de internarlo en un hogar para personas mayores.
Entre los amigos de Carlos, había dos que eran fieles y leales a él, -José y Jaime-, eran antiguos compañeros de trabajo. José llamó a Carlos varias veces, sin obtener respuesta. Jaime hizo lo mismo y se preguntaba, ¿Qué habría podido pasar? No lo pensó más y llamó a José. Él tampoco lograba comunicarse con su amigo Carlos. Se encontraron los dos y decidieron investigar el paradero de su amigo.

¡Lo ubicaron! No lo podían creer, se encontraba en un asilo para ancianos abandonado a su suerte. Estaba como siempre, consciente de sus actos, lúcido y con sus cinco sentidos, con algunos quebrantos de salud, que bien podía sobrellevarlos en casa. Ante eso, Jaime y José, conversaron con él, y lograron sacarlo de allí. Lo llevaron de regreso a su casa. Al llegar a su hogar, la sorpresa y desengaño no podía ser mayor para Carlos. Su vivienda estaba destruida, estaba desocupada y cambiada totalmente.

Entre los 3, iniciaron los trámites correspondientes ante las autoridades y Carlos recuperó su casa y continuó sus actividades. Sobrelleva su vida y asiste actualmente a sus citas médicas. La traición que sufrió, lo hizo reflexionar, y así, dejar de lado a la niña de sus ojos.

Rectifique y piense antes de contraer una deuda espiritual con alguna persona. Recuerde que no hay dinero en el mundo que pueda pagar ese tipo de deudas. Esas deudas del alma, llamadas también heridas incurables, jamás logran cicatrizar.

Lilia M. Fiallo nacida en Bogotá, Colombia, lugar en el que, entre tareas y ratos libres, encontró un espacio para escribir sobre temas, de alguna manera olvidados por otros. Con letras de oro grabadas en su memoria, inició su vida laboral, en el corazón de la parte técnica, del control de tránsito aéreo de su país natal. En medio de fraseología y códigos aeronáuticos, el mundo de la aviación le dio una de las más elevadas experiencias, por la precisión que requiere este oficio, donde un solo error, podría costar muchas vidas. Es ahí, donde en su inquietud por comunicar sus ideas, comienza a escribir con dedicación, temas un poco relegados por la sociedad, la Iglesia y el Estado. Al descubrir una verdad de la que nadie quiere hablar, pero mucho más real y cotidiana, de lo que parece. Es así, como surge esta, su primera obra, “Parir por parir”. Puedes encontrar su libro en venta en Amazon y si quieres conectar con ella envíale un correo electrónico a lilianim2003@yahoo.com.