Mi historia como la viví

por Noemí Roque-Keen

Mi nombre es Noemí Roque-Keen y tengo una historia que contarles. Podía ver cuando nací el 7 de agosto de 1967, y recuerdo a mi madre Ada diciéndome que tenía los ojos azules. Un día ella me estaba cargando y miré hacia los árboles e intenté comunicarle algo que vi, pero no pude. Fue cuando se me ocurrió el cambio; estaba discapacitada visual y tenía un ojo vago y ciego.

Creo que mi hermana Wanda lo notó primero. Mi madre lo sabía, pero es bastante religiosa y le parecía que era la voluntad de Dios. Recuerdo haber oído que tenía un primo que nació con una discapacidad mental y visual con la epilepsia. Mientras yo crecía, me decía, “Guau, podría haber sido yo también. Solo era una niña típica que tenía un problema de visión”.

Me operaron bastantes veces, usaba gafas feas y sufría mucha intimidación, al igual que todos los demás niños que tenían discapacidades. No aceptaba nada de eso. En ese tiempo, si tenías un hijo que era diferente, recibías dinero adicional de la asistencia pública o del Seguro Social porque se creía que uno de los padres, probablemente la madre, tendría que quedarse en casa para cuidar al hijo o a los hijos discapacitados. Me daba mucha vergüenza que me usaran de esa manera. Solía llorar mucho. Mi familia no me llevaba a ninguna parte. Llevaban a mis hermanas, pero a mí no, porque les causaba demasiados problemas llevarme a mí.

Me enviaron a la escuela para ciegos durante los veranos y tomó un tiempo antes de que mi madre se diera cuenta de que me había ido. Me enseñaron que soy tan buena o tan mala como cualquier otro y que no debería estereotiparme a mí misma. Seguía a mis hermanas a todas partes y jugaba deportes. Me casé y tuve dos hijas, una de las cuales también tiene una discapacidad visual. Ninguna de estas cosas me fue fácil. También era madre soltera y tuve que encontrar trabajo para mantenerlas a ellas y nuestro estilo de vida. Me quedaba sin comida porque recibía cupones para alimentos y nunca nos alcanzaban, así que comencé un servicio de cuidado de niños para después de la escuela.

A veces tenía que dejar a las niñas para recibir perros guía para promover mi independencia. Detestaba tener que dejarlas, pero hacemos lo que tenemos que hacer en la vida para poder sobrevivir. Cuando comencé a trabajar para la Central Association for the Blind and Visually Impaired (CABVI por sus siglas en Inglés), solicité un programa de movilidad ascendente que se llama Quest. Aprendí tanto acerca de la agencia, sus finanzas, mis colegas, mi marca personal y el compromiso que tiene CABVI con cada persona ciega y con discapacidad visual, que es alcanzar el máximo nivel de independencia y “Vivir su visión”. Cuando me gradué del programa la primavera pasada, quería hacer más por la comunidad hispanohablante.

Quiero que los latinos entiendan que sí hay ayuda para ustedes o para cualquiera que esté ciego o que tenga una discapacidad visual o que se esté quedando ciego o con discapacidad visual. Si es la voluntad de Dios, entonces debería ser la voluntad de ellos ser lo mejor que puedan con la discapacidad. Con la educación, la rehabilitación, el entrenamiento de movilidad y algún tipo de terapia, si lo desean, pueden llevar una vida que sea normal para ellos. Los seres queridos deben ser alentadores e investigar maneras de ayudar a los que no quieran o que no puedan hacerlo por sí mismos.

Sin la intervención de mi hermana, Wanda, y la de una maestra de rehabilitación, nunca habría tenido la vida y las oportunidades que tengo hoy. Yo (vivo mi visión) al máximo y he encontrado mi razón de estar aquí y la razón por la cual fue la voluntad de Dios.

Para más información acerca de la CABVI, visite www.cabvi.org o llame al (315) 797-2233.