¿Vale la Pena Meter las Manos al Fuego por Alguien?
Un Momento de Reflexión
por Lilia M. Fiallo
José Emilio, dueño de la compañía X-Ruebenxz, gozaba de gran acogida entre las personas que lo conocían por todo el dinero que poseía.
Administraba los pocos bienes de la familia, que como herencia había dejado su progenitor años atrás, pues su madre, había liquidado en dos por tres, quizá dos tercios de esa gran fortuna, por malos negocios.
Usaba por lo regular, una vieja camioneta para ir a su trabajo, y para los fines de semana, tomaba otro vehículo. Mientras todo esto transcurría, lejos estaba él de imaginar, tantos ojos que estaban pendientes de su riqueza.
La compañía donde permanecía gran parte del día, tenía trayectoria. Su padre -el fundador-, era un hombre justo y muy humano. Entre supervisores, obreros y personal administrativo, se podían contar 30 empleados. Bajo la disciplina, cumplimiento y honorabilidad, José Emilio, tuvo sus primeros años de trabajo al lado de su progenitor.
José Emilio creía que conocía uno a uno a los empleados que por años estaban allí. Al morir su padre, su hermana y su mamá, decidieron que él, se quedara en la gerencia. Su hermano mayor, solo conocía la vida de derroche, por lo que nunca iba a tomar parte en la dirección de algún patrimonio de la familia.
Una vez tomó posesión de la gerencia, la secretaria le informa que María, una antigua empleada, quería hablar con él. José Emilio no tuvo inconveniente en recibirla en su despacho. El motivo de aquella visita, tenía como solicitud, un pedido fuera de lugar:
“Mire señor, yo le pido el favor, de que cuando yo muera, no se olvide de mi yerno…”. Después de la primera visita, vinieron muchas más, con la misma solicitud, a lo cual él respondía:
“No se preocupe, ya veremos…”. ¡Nada ni nadie sabe, cuando va a morir una persona!, pensaba él. Pero el día llegó. María murió. Pocos días después del sepelio, apareció el yerno. La secretaria de José Emilio le informa, que hay un señor, que dice ser el yerno de María y que quiere hablar con él. Como si fuera una pieza teatral, era verdad; allí estaba el yerno. José Emilio, -mucho tiempo atrás-, había pensado: “Bueno, y ¿por qué esa insistencia de María?, y si llega a ser verdad, ¿qué haré yo con ese individuo, a quien no conozco? ¿Qué oficio le pondré?
Atendió la visita del sujeto y pensó resolver ese asunto de la mejor manera, pero le resultó una tremenda pesadilla. Lo escuchó y le dio una cita para unos días más adelante. María ya no estaba, y si el yerno no era un arcángel, ¿a quién le iba a reclamar?, se preguntaba… ¡Echó el todo por el todo, y decidió!
Cuando el sujeto volvió, le confesó que, por ser familiar de María, depositaba en él toda su confianza y le daría un vehículo de su propiedad para que se movilizara, realizando alguna actividad de mudanzas o servicios domiciliarios, adjuntándole un cheque por 350 dólares, para que iniciara una actividad, siempre y cuando cuidara el carro y le proporcionara un pago mensual de $100 dólares, como arriendo por el vehículo. El sujeto se mostró feliz.
Mientras transcurrió el primer mes, el sujeto se comunicaba con José Emilio continuamente. Le manifestaba que había decidido trasladarse a la frontera para traer mercancía para vender a buen precio, y así, darle 200 dólares cada mes, y no como habían convenido. El gerente de la compañía, creyó firmemente.
Pasado el mes, el sujeto en mención poco a poco dejó de llamar y ya no respondía al teléfono. Terminó el segundo mes y se convirtió en un misterio su paradero. Cambió el número telefónico y se perdió. José Emilio interpuso una denuncia contra el sujeto por temor a que estuviera haciendo mal uso del carro.
Al cabo de dos años, recibió una llamada. Era un personaje de un estacionamiento, que lo llamaba para informarle, que en su predio se hallaba un carro que figuraba a nombre de José Emilio y que tenía una deuda de dos años de parqueadero. Sin saber, qué más problemas podría haber, se desplazó a 1,000 millas de ahí, al sitio donde le había dicho el individuo que se encontraba el carro.
Al llegar allí, el pago por el presunto parqueadero y los impuestos, superaron los 5.000 dólares. Fue ahí donde José Emilio pensó: ¿Qué tramó María con su yerno? ¿Si todos tenemos inteligencia y las manos para trabajar, por qué hay gente que quiere aprovecharse, aparentado pobreza y miseria? ¿Por qué hay gente que mira con frialdad a quien se acerca a pedir una ayuda o una moneda?
Y se respondió en silencio: “Con toda razón ahora comprendo la indiferencia de tantas personas ante la necesidad de alguien que sí necesite y quizá, obre bien”.
Lilia M. Fiallo nacida en Bogotá, Colombia, lugar en el que, entre tareas y ratos libres, encontró un espacio para escribir sobre temas, de alguna manera olvidados por otros. Con letras de oro grabadas en su memoria, inició su vida laboral, en el corazón de la parte técnica, del control de tránsito aéreo de su país natal. En medio de fraseología y códigos aeronáuticos, el mundo de la aviación le dio una de las más elevadas experiencias, por la precisión que requiere este oficio, donde un solo error, podría costar muchas vidas. Es ahí, donde en su inquietud por comunicar sus ideas, comienza a escribir con dedicación, temas un poco relegados por la sociedad, la Iglesia y el Estado. Al descubrir una verdad de la que nadie quiere hablar, pero mucho más real y cotidiana, de lo que parece. Es así, como surge esta, su primera obra, “Parir por parir”. Puedes encontrar su libro en venta en Amazon y si quieres conectar con ella envíale un correo electrónico a lilianim2003@yahoo.com.