¡Y el Día Llegó!
por Lilia M. Fiallo
Un Momento de Reflexión
¡Me he quitado el traje viejo y raído que arrastré por tantos años! Me detuve a pensar por un momento, lo importante que soy como persona, como ser humano, como profesional, lejos de ataduras y cadenas oxidadas que colgaron en mi mente. ¡Ahora soy yo, el que era…, el que alguien quiso archivar!…
¡Qué gusto verte! Cuando entré, mi dirigí al mostrador, pero miré al fondo y te vi, por eso, al terminar de pedir mi orden, vine para acá. ¡Qué bueno que te encuentro nuevamente!, tengo mucho que contarte, ¿qué hay de ti?
Bueno, dice Brenda, aquí estamos los dos, a mí también me da gusto verte. Pero antes de hablar de mí, quiero contarte Genaro, que siempre te recuerdo con especial aprecio. ¿Recuerdas Genaro cuando coincidíamos en los horarios de descanso? ¡Claro que sí, Brenda!
Aunque el tiempo era corto, disfrutábamos el desayuno o el almuerzo. Nuestras charlas largas en las que yo imaginaba cada episodio que me contabas, las tengo en mi memoria como si fuera hoy. Soy admiradora profunda de tu profesión, y tú lo sabes, ¿cómo podías lidiar con tanta carga personal y el trabajo? Magistralmente, ¿descargabas el conteiner de problemas al salir de casa, para poner toda la concentración en tu labor?
Escalaste una montaña hasta la cúspide, con todos los tropiezos y vicisitudes. Vivir un infierno como el tuyo, al lado de una pareja que poco y nada bueno aporta, es una proeza. Si cuando ustedes eran estudiantes en la universidad, ella mal te llevó por el camino de la perdición, y tú, como un cordero que llevan al matadero caminaste a su lado.
Gracias a tu inteligencia, lograste ingresar a la compañía con un cargo importante y un sueldo envidiable, que te hizo feliz en gran parte, para complacerla a ella, aunque el dinero que le dabas, jamás le alcanzaba para nada.
¿Cuántas mujeres buenas, hubieran querido tener un ser bueno como tú?
El amor, la dedicación, los sacrificios y cuantas cosas más por conservar una familia, quizá sean tan normales en la cotidianidad de la vida de cualquier persona, pero, hay seres como tú, que cruzan la raya del peligro, hasta exponer su integridad.
Recuerdo aquellas mañanas o tardes, cuando veníamos de regreso después de desayuno o del almuerzo, caminando por la carretera hasta la oficina, y en algún momento, levantabas tu camisa para mostrarme las heridas en tu piel que ella te propinaba con aquellas manos de fiera suelta. Eso sucedió hace años, y yo sin opinar. Actualmente, es una realidad que crece y que todos callan, porque nadie quiere enfrentar, nadie se quiere comprometer.
Y es que esos hombres que son víctimas de violencia familiar, por lo regular son seres buenos, nobles y de corazón humilde, lo que los hace, presa fácil de atacar. Actualmente en América y Europa, es una realidad que padecen muchos hombres, víctimas de mujeres que se amparan en su género, porque saben, que en una sociedad de doble moral, tienen las de ganar, y esa es su carta bajo la manga. No trabajan, ni aportan un grano de arena.
Genaro resulta increíble la violencia intrafamiliar contra el hombre. Muchas de estas víctimas son encadenadas, secuestradas, golpeadas, maltratadas física y psicológicamente. Hay casos donde el hombre es tratado como esclavo; él le entrega a ella el cheque de su sueldo y ella le da las monedas contadas para que tome el bus de ida a su trabajo y regreso a casa.
Hay muchas razones por las cuales un hombre no denuncia, el maltrato físico o verbal:
-El solo hecho de pensar que será motivo de burla y mofa.
-No le creerán.
-La mente lo envuelve, lo traiciona y piensa: “¿Qué será de mí, solo y sin ella”?
-Por sexo.
-La costumbre se convirtió en ley.
-El hombre lleva las de perder.
Genaro, y ¿cómo va tu matrimonio?
¡No Brenda, eso no fue más! Por fin me divorcié y volví a encontrarme conmigo. ¡En Octubre cumpliré 50 años y me caso con una colega tuya!
¡Felicidades!
Brenda ha sido un placer verte porque te nombraré Asesora del Centro Internacional de Hombres que reclaman sus derechos por un mundo mejor, porque: ¡Me he quitado el traje viejo y raído que arrastré por tantos años. Me detuve a pensar por un momento, lo importante que soy…
Lilia M. Fiallo nacida en Bogotá, Colombia, lugar en el que,
entre tareas y ratos libres, encontró un espacio para escribir sobre temas, de alguna manera olvidados por otros. Con letras de oro grabadas en su memoria, inició su vida laboral, en el corazón de la parte técnica, del control de tránsito aéreo de su país natal. En medio de fraseología y códigos aeronáuticos, el mundo de la aviación le dio una de las más elevadas experiencias, por la precisión que requiere este oficio, donde un solo error, podría costar muchas vidas. Es ahí, donde en su inquietud por comunicar sus ideas, comienza a escribir con dedicación, temas un poco relegados por la sociedad, la Iglesia y el Estado. Al descubrir una verdad de la que nadie quiere hablar, pero mucho más real y cotidiana, de lo que parece. Es así, como surge esta, su primera obra, “Parir por parir”. Puedes encontrar su libro en venta en Amazon.