El Poder de la Mentira
por Miguel Balbuena
En una columna escrita el 8 de Enero para el periódico Financial Times, con sede en Londres, John Thornhill pareció sugerir que tener la capacidad de mentir es lo que distingue a los humanos de los animales no humanos.
Más aún, en su escrito hizo sonar como si mentir no fuere un juego tan fácil de jugar.
“Mentir es un asunto complicado que implica el enmascaramiento de la intención, una comprensión del contexto y la psicología humana, y la coexistencia de dos versiones de la realidad, una verdadera y una falsa”, escribió Thornhill.
Luego, prosiguió, citando a Max Tegmark, profesor de física en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, como habiendo dicho, en su libro “Vida 3.0”, que la conciencia permite el significado, y que el significado está conectado a la capacidad de apreciar experiencias subjetivas, lo cual este científico llamó sensibilidad. Desde aquí Tegmark postuló cambiar la categorización de la especie humana de Homo sapiens a Homo sentiens.
“La verdad, se ha dicho, es la primera víctima de la guerra”, escribió el 1er Vizconde Snowden en 1916, cuando era miembro de la Cámara de los Comunes británica. Más adelante, los nazis incluso establecieron una institución gubernamental en Alemania, el Ministerio de Iluminación Pública y Propaganda, el cual perfeccionó el mentir a una ciencia exacta en la Segunda Guerra Mundial y su período previo. Estuvo encabezado por Joseph Goebbels entre 1933 y 1945. Otro político nazi, Hermann Goering, el creador de la Gestapo, dijo: “La gente siempre puede ser traída a asentir a las demandas de los líderes. Eso es fácil. Todo lo que hay que decirles es que están siendo atacados”.
Pero, aún en tiempo de paz, se alega que mentir en una escala masiva puede ser alentado.
“Miente, miente, que algo queda”. Esta cita estaba en la pizarra cuando llegué a mi salón de clases después del receso del almuerzo, durante mi último año en el colegio secundario, para lo que se suponía era una exposición de religión. El profesor, Luis Fernando Figari, quien lo redactó, dijo autoritativamente que el filósofo de la Ilustración francesa Voltaire había escrito esta cita.
Voltaire fue una de las figuras mayores de la Era de la Razón francesa – junto con Montesquieu, Jean-Jacques Rousseau, Denis Diderot y Jean-Baptiste le Rond d’Alembert -. Me pareció incongruente que Voltaire, habiendo sido un abogado de la razón, de repente hubiera comenzado a promover mentir como un estilo de vida; como un principio general, sistemático.
Había simpatizado con Voltaire desde mi penúltimo año cuando mi profesor de historia universal, Humberto Arredondo, le dijo a mi clase que este filósofo había usado el humor para socavar a la opresiva monarquía absolutista borbónica hasta el punto de que el rey Luís XVI lo culpó por haber “destruido” la dominación dinástica real sobre las masas.
Figari prosiguió, sugiriendo que los padres de los estudiantes se habían quejado acerca de él ante el director del colegio. No reveló la naturaleza de las denuncias en su contra ni la identidad específica de sus acusadores. Lo curioso es que Voltaire nunca dijo textualmente lo que Figari le atribuyó.
De hecho, en su carta a Nicolas-Claude Thieriot el 21 de Octubre de 1736, Voltaire literalmente escribió: “Mientan, mis amigos, mientan: un día les pagaré”.
Pero el contexto de la carta lo explica todo. Anteriormente, Voltaire había producido la obra teatral “El hijo pródigo”. Como quería que su audiencia la evaluara basada en sus propios méritos, no estando sesgada sabiendo quién era su autor, él le envió cartas a sus amigos íntimos Berger y Thieriot, quienes sabían el secreto, pidiéndoles mantener oculto al público el nombre del dramaturgo.
Al distorsionar el texto explícito de Voltaire y esconder su contexto, Figari, mientras afirmaba
estar defendiéndose de difamación de los padres, estaba él mismo difamando a Voltaire sea conscientemente o por negligencia crasa por no haber verificado sus fuentes.
Después que acabó con Voltaire, hizo lo mismo con el novelista español Miguel de Cervantes.
“Ladran Sancho, señal que avanzamos” era la segunda cita que Figari había marcado en la pizarra para responder a sus críticos sin nombre. La atribuyó a Alonso Quijano, el personaje principal del libro de Cervantes “Don Quijote de la Mancha”.
Resulta que esta frase no está en ninguna de las publicaciones de Cervantes.
Acerca del autor: Miguel Balbuena es un escritor en los campos académico, científico, periodístico y literario (en los géneros de ficción y no ficción).